jueves, 8 de diciembre de 2016

Distancia

La distancia es aprender a vivir por uno mismo, a simplemente ser. Es pasar días muy malos y días muy buenos. Días de querer dejarlo todo y días de querer quedarse ahí para siempre. Es sentirse completamente solo y de golpe darse cuenta de que tu gente está ahí, aunque sea lejos. Y aprender que eso significa que NUNCA estarás solo, porque a veces el corazón va donde la voz no llega.

La distancia es saber valorar un café con tu gente. Con los de siempre. O una cerveza al sol. Es echar de menos pequeños detalles y anécdotas que estando cerca de los tuyos no extrañarías tanto. Es saber a qué sabe un abrazo de bienvenida, aunque sólo sea por unos días. Y que ese sabor se convierta en tu favorito.

O que las despedidas se conviertan en el sabor más amargo que jamás probaste.

La distancia es plantarle cara al mundo un día, hacer las maletas e irse. Es no saber muy bien lo que haces hasta que pasan unos meses. Y cuando empiezas a ser consciente de la decisión que tomaste, seguir adelante. Porque sí. Con un par de cojones. Porque la distancia es eso, arriesgarse. Tener valor. Jugársela sin estar seguro nunca. Tener un pie en un sitio y otro en el otro. Es muchas veces tener una lucha interior entre tus sueños y tus sentimientos.

La distancia son las sorpresas y los detalles. Son las notas de voz eternas, la diferencia horaria, los cumpleaños por Skype y los “te echo de menos” por whatsapp. Es acordarse de otra persona al ver o escuchar cualquier cosa, y no poder evitar enviárselo. La distancia es asumir que eres el amigo que nunca está y que tu madre tenga que asumir que eres su hijo invisible, que eso cuesta un poquito más…